Episodio I
Pase, pase. Ahí lo tiene, sentado en esa silla desde ayer. Vale, intentaré recordarlo todo. Cuando llegó del instituto comió muy tranquilo pero no dijo ni una palabra. Yo le preguntaba si le pasaba algo pero él solo me miraba y seguía comiendo. Después se metió en su habitación y hasta ahora. ¡Pues claro que me asusté! Entré para ver cómo estaba y me lo encuentro así. Sus ojitos apagados y vidriosos, sin el brillo de su edad, miraban a algún punto en la pared. Pero lo que de verdad me desconcertó fueron sus labios: se movían rápidamente gesticulando sonidos que no podía escuchar, ni siquiera acercándome tanto a él que podía sentir hasta sus intensos y acelerados latidos. Lo primero que pensé fue que mi hijo era un esquizofrénico de esos, que se había vuelto loco. Yo había conocido algunos casos en el hospital donde trabajaba y siempre me asustaba el estar a solas con ellos. Ya sé que estaban medicados y no me podían hacer nada pero a veces hablaban con alguien o se asustaban de insectos que sólo existían en su cabeza. ¡Póngase en mi lugar y deje de anotar en esa maldita libreta! ¿Cómo se sentiría al ver que su hijo habla con alguien que usted no puede ver y que por más que le grites no te hace ningún caso? Gracias por el pañuelo, pero sólo el llorar me tranquiliza. Pues mi niño era muy normal, con mucha imaginación debo añadir. Desde muy pequeñito le gustaba inventarse historias con los muñecos y así pasar las horas y las horas. Cuando aprendió a escribir siempre llevaba una libretita, más pequeña que la suya, y escribía en ella todo lo que se le ocurría. Bueno, eso creo, porque nunca me dejó leerla. Jamás se presentó a ningún concurso y mire que le animé todo lo que pude, pero él nada. Decía que sus escritos eran parte de él y publicarlos sería venderse él mismo. Siempre había sido muy maduro y yo me sorprendía al escucharle pero esa fuerte personalidad era lo que le hacía especial. Fíjese, veo tan mal a mi hijo que hablo de él en pasado, como si nunca volviera a ser el mismo. Como le pase algo jamás me lo perdonaré. ¡Hijo, por favor, dime algo! ¡Déjame saber que todavía eres tú! ¿Que dónde están sus libretas? Pues guardadas en su armario, pero una vez le juré que nunca las leería y así será. Qué descortés he sido, ¿le apetece tomar algo? Me decidí a llamarle esta mañana, cuando vi su anuncio en la revista. Aunque me cueste aceptarlo, mi hijo tiene un problema y sólo usted puede ayudarlo a salir de él. Todavía no ha dicho nada pero es que desde hace dos horas...Shh. ¡Escuche atento!
Me gusta. No puedo decir otra cosa :D
ResponderEliminarEsperando impaciente la continuación, a ver si me sorprende igual que esta parte. ;-)
ResponderEliminarNos tienes en ascuas. Qué pone en la libreta??!!!?
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