viernes, 27 de agosto de 2010

Mi Musa (II)

Episodio 2

Un grito hizo temblar el filo de la noche y el Poeta se cortó con él. Sus gotas de sangre marcaban el camino que llevaba a su cuna, donde su madre le esperaba. Con varios billetes le fue limpiando cada una de sus manchas y le juró que nunca se lo diría a nadie. Hacía bien en ocultarlo porque así ella podía librarse del marido que nunca mató pero del que heredó mucho dinero, dejando a su hijo adicto a una droga que siempre le ayudaría. La sociedad enmudeció al enterarse de la noticia, apenada por el adolescente que asesinó accidentalmente a su padre con el cuchillo que reflejaba el rostro orgulloso de su madre.

- Una vez creí haber encontrado una Musa llamada Libertad ¿sabes? Era muy hermosa y siempre estaba pensando en ella; la amaba más profundamente que los jadeos y convulsiones del sucio sexo. No tenía ojos para coquetear o prometer, pero lo veía todo con una sabiduría mágicamente equilibrada. No odiaba ni anhelaba, era libre de las trampas de la alegría y el dolor; lo que más me gustaba de ella era la pureza de su desdén, cómo no me respetaba ni me temía. Fue la primera vez que amé hasta que me convertí en su esclavo y me di cuenta de que Libertad había cambiado. Durante un tiempo fui muy feliz con ella pero finalmente pude comprobar que mi única Libertad era la de pasar hambre y morir.

- Todo esa historia me parece muy triste pero veo que ya no te acuerdas de lo que pasó después de convertirme en tu Musa. ¡Qué impacto produjo tu poema entre la sociedad bohemia! Todos esos adictos querían conocer a la chica que habías diseccionado con tu pluma, plasmar en un cuadro aquel cuerpo que consideraban perfecto, recorrer con su lengua cada llaga y cicatriz que mostraste al mundo. Yo me negué a cualquier reconocimiento e iba detrás de ti para que nadie me viera, como si fuera tu sombra. Entre café y café nocturno, la oscuridad era el mejor ambiente en el que te desenvolvías y todo el mundo sabe que la noche es una única sombra...

- Es cierto que me hice muy famoso entre los artistas y fui invitado a numerosas reuniones. Comentábamos el arte del momento, todos esos cambios políticos en Europa y lo maravilloso que era el sopor que provocaba el opio. Muchos de mis amigos lo utilizaban para viajar al mundo trascendental y encontrar las sinestesias que reproducían en sus poemas. Así me enteré de la música añil del violonchelo, el olor del perfume fresco como la piel de los niños, las lágrimas férreas de la mañana, el cristal purpúreo de la muerte... Todo ello me envolvió en su halo divino, me sentía como un dios que no quería despertarse de ese mundo de Musas. Fue en ese momento cuando me abandoné a la escritura automática y llené hojas y hojas de manchas que después aparecían en mis sueños. Cogía mi lápiz afilado en cualquier clavo de la mesa y lo situaba encima del papel, abandonando mi mano a mí subconsciente para que bailara frenéticamente sobre la cuartilla. Podía sentir que tenía vida propia, una energía que la liberaba y que la empujaba a esbozar manchas humanas, sombras que después me seguían por todos lados.

- Recuerdo bien cómo te sentías al despertarte. No recordabas nada de lo que había pasado y al ver lo que tu mano había escrito te entraba el miedo y la locura, prendiendo fuego rápidamente al papel. No podías apartar tu mirada de la llama, como si supieras que estabas reduciendo a cenizas las claves de tu vida, y sólo conseguías salir del trance al oler la carne quemada, llevándote los dedos a la boca como si fueras un bebé salido del infierno.

2 comentarios:

  1. Bua, que bueno. "Y así fue como cogiste lápiz y papel mientras yo me desnudaba, y comenzaste a describir todas mis cicatrices"

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  2. Una gran frase:
    "Un grito hizo temblar el filo de la noche y el Poeta se cortó con él"
    Me encantó....

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